Una vez pasado el debate electoral de
los últimos meses, y después de presenciar múltiples propuestas de
política pública en diferentes áreas, resulta oportuno abordar uno de
los temas centrales de un Estado de derecho, como son los ingresos y
gastos públicos. Vale la pena recordar que a pesar de las promesas de la
campaña presidencial anterior, donde entendimos que no habría cambios
tributarios, en los últimos cuatro años tuvimos tres reformas
tributarias introducidas por la Ley 1430 del 2010, la Ley 1607 del 2012 y
la sobretasa al impuesto al patrimonio incorporada en el Decreto 4825
del 2010.
Dichas reformas buscaban a grandes
rasgos acabar con elusiones y exenciones existentes, hacer el sistema
tributario más equitativo y obtener recursos para afrontar la crisis
invernal. El país no ha alcanzado a asimilar y a implementar los ajustes
introducidos por la Ley 1607 que crea el IMAN, el Cree y tasas
diferenciales del impuesto al consumo, y ya se está hablando de una
próxima reforma tributaria.
Efectivamente durante la campaña
presidencial, los candidatos y sus equipos económicos dejaron entrever
la necesidad de una nueva reforma en esta materia. Un estudio reciente
de ANIF concluye que se requiere una reforma fiscal estructural que
eleve la tributación efectiva en dos puntos del PIB, algo muy ambicioso
teniendo en cuenta que las pasadas reformas han conseguido recursos
cercanos a un punto del PIB. A pesar de la exitosa labor de la Dian en
materia de recaudo, y de su valeroso director en la lucha contra el
contrabando y la evasión, los ingresos de la Nación sufrirán una
reducción debido a los precios del petróleo, al desmonte del gravamen a
los movimientos financieros y a la terminación de la vigencia del
impuesto al patrimonio.
Dentro de las múltiples propuestas para
afrontar esta situación y aumentar los ingresos, varios expertos
sugieren que finalmente se haga una reforma tributaria estructural.
Igualmente se propone elevar la tasa del IVA, establecer impuestos a las
pensiones altas, continuar con el impuesto al patrimonio, entre muchas
otras.
En cualquier caso, resulta fundamental
que una nueva reforma considere los efectos en la competitividad del
país, en la atracción del capital e inversión, en los costos operativos
de la implementación de las reformas y en lograr un adecuado equilibrio
con
los asalariados.
los asalariados.
Sin duda, lo más importante es el debate
sobre los gastos. Dicho de otra forma, cómo y en qué nos gastamos como
sociedad los recursos que provienen de los tributos. En los próximos
años, el nivel de gasto público se va a incrementar en forma importante
por los planes en materia de infraestructura, las necesidades en materia
de salud, los requerimientos para un adecuado funcionamiento de la
justicia, los compromisos en materia de agricultura, el pago de las
pensiones y las promesas de la campaña electoral. Todo esto sin contar
con el costo que tendrá un eventual acuerdo de paz.
Fedesarrollo prevé que el déficit fiscal
se ubicará entre el 2,1 % y el 3 %, dependiendo de la situación
internacional, especialmente en materia de precios de los combustibles y
el costo del endeudamiento debido a la recuperación de las economías de
los países desarrollados. No se sabe todavía cuál será el presupuesto
para el 2015, pero en el año 2014 fue de 204 billones de pesos y en el
2013, de 185 billones de pesos.
Es tal la presión que hay por gastar
más, que ya se está planteando una reforma para modificar la ley que
establece la regla fiscal y que promueve la responsabilidad fiscal para
que no nos gastemos más de lo que tenemos.
Para que el Estado realmente esté
legitimado al cobrar impuestos, debe demostrar que los ingresos que
obtiene se los gasta en forma apropiada, transparente, sin politiquería,
burocracia, ni corrupción. Así mismo, el gasto público debe tener en
cuenta la verdadera capacidad de generar ingresos del país. Los
ciudadanos deben recuperar la confianza en sus instituciones y observar
que su esfuerzo pagando impuestos se materializa en cosas concretas.
Esta es realmente la gran discusión que
hay que dar. No hay duda de que una nueva reforma tributaria vendrá, y
que a todos nos llegará esa cuenta de cobro. Pero los ciudadanos debemos
ser veedores de cómo se comprometerán y se utilizarán esos recursos
públicos, porque de lo contrario seguiremos cada año y medio con otra
reforma tributaria cuyo objetivo es buscar ingresos adicionales para
pagar nuevos compromisos de gasto público sin ningún tipo de control ni
de debate.
Tomado de: www.ambitojuridico.com
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